viernes, 27 de agosto de 2010

PSICO-CIBERNÉTICA. Portada y Prefacio


PSICO-CIBERNETICA




Método para la conquista de una vida más fecunda y dichosa

por
MAXWELL MALTZ



HERRERO HERMANOS, SUCESORES, S.A. EDITORES

MEXICO

 

 

Título de la obra en inglés

PSICHO-CYBERNETICS
Copyright, 1960 by
Prentice-Hall, Inc.
ENGLEWOOK CLIFF, N. J. E.U.A.




PREFACIO

EL SECRETO DE LA UTILIDAD DE ESTE LIBRO – UN IMPORTANTE AUXILIAR PARA CAMBIAR SU VIDA.

EL DESCUBRIMIENTO de la “autoimagen” representa el hallazgo de una nueva pauta en la psicología y en le campo de la personalidad creadora.
La importancia de la autoimagen se reconoce desde hace más de diez años. No obstante, se ha escrito muy poco sobre ella. Curiosamente, ello no se debe a que la “psicología de la autoimagen” no haya obtenido buenos resultados sino, por el contrario, al sorprendente éxito que ha logrado. Como lo expresó uno de mis colegas: “Me he mostrado renuente a publicar mis hallazgos –en especial, ante el gran público- debido a que si presento las historias clínicas de algunos de los casos que traté y describo las sorprendentes y espectaculares mejorías en la personalidad, temo ser acusado de exageración o de pretender iniciar un culto, o de ambas cosas.”
Yo también experimenté esa misma renuencia. Cualquier libro que yo escribiera sobre la materia sería considerado como heterodoxo por algunos de mis colegas, por diversas razones. En primer lugar, algo hay de heterodoxo salirse del apretado cerco del dogma –del “sistema cerrado” que es la “ciencia de la psicología”- para indagar respuestas relativas a la conducta humana en los campos de la física, de la anatomía, y de la nueva ciencia de la cibernética.
Mi respuesta a tal criterio es que todo cirujano plástico es por necesidad un verdadero psicólogo, tenga o no la intención de serlo. Cuando se cambia un rostro humano casi invariablemente se transforma también el futuro de la persona. Al cambiar su imagen física casi siempre se cambia también al hombre –su personalidad y su conducta-, y a veces incluso su talento básico y sus capacidades.


LA BELLEZA VA MAS ALLA DE LA SUPERFICIE DE LA PIEL

El cirujano plástico no se limita a alterar el rostro del hombre. También transforma el ser interior. Con mucha frecuencia, las incisiones que hace en la superficie de la piel penetran hondamente en la estructura psíquica de su paciente. Hace ya bastante tiempo, decidí que dicha tarea representa una enorme responsabilidad de conciencia y que tengo el deber, no sólo ante mis pacientes sino ante mí mismo, de conocer lo que hago. Ningún médico con responsabilidad se atrevería a ejercer la especialidad de cirugía plástica sin poseer los conocimientos y la práctica especializados necesarios. Por ello mismo, reconozco que si al cambiar el rostro de un hombre voy a alterarle también su ser interior, tengo la responsabilidad de adquirir conocimientos especiales en el campo de la psicología.


FRACASOS QUE CONDUCEN AL ÉXITO

En un libro anterior, que escribí hace unos veinte años (New Faces- New Futures), publiqué una serie de casos clínicos en los que la cirugía plástica  -y en particular la cirugía plástica facial- había abierto a numerosas personas la puerta hacia una nueva vida. Dicha obra relataba los cambios inauditos que acontecen, a menudo de manera repentina y dramática, en la personalidad de un sujeto cuando le alteramos el rostro. Me sentía exaltado ante los éxitos que había logrado al respecto. Empero, yo también como Sir Humphrey Dhabi, aprendí más de mis fracasos que de mis éxitos.
Algunos enfermos no manifestaron cambio alguno en su personalidad después de la cirugía plástica. En la mayoría de los casos, un individuo que poseía un rostro extraordinariamente feo o algún rasgo impresionante que había sido corregido por la cirugía, experimentó casi inmediatamente (por lo general a los veintiún días de efectuada la operación), un aumento considerable en sus sentimientos de autestimación y autoconfianza. En algunos casos, sin embargo, el paciente continuó sintiéndose inadaptado y experimentado sentimientos de inferioridad. En resumen, estos “fracasados” continuaron sintiéndose, actuando y conduciéndose exactamente igual que si aún tuvieran un rostro feo.
Lo anterior me indicó que la reconstrucción de la imagen física en sí no era la verdadera clave en el cambio de la personalidad. Luego había algo más sobre lo cual la cirugía facial generalmente influía, pero que a veces no sufría cambio alguno. Cuando lográbamos reconstruir ese “algo más”, el individuo cambiaba favorablemente. Si no lo lográbamos, el sujeto permanecería exactamente igual que antes de la operación, aun cuando la alteración de sus rasgos físicos fuera total.


EL ROSTRO DE LA PERSONALIDAD

Era como si la personalidad misma tuviese “rostro”. Todo me hizo pensar que esa intangible “cara de la personalidad” contribuía la verdadera clave de los cambios de la personalidad. Si ese rostro continuaba desfigurado, deformado, “feo” o inferior, la persona seguía desempeñando ese mismo papel en su conducta a pesar de los cambios operados en su apariencia física. Cuando ese “rostro de la personalidad” se podía reconstruir, cuando era posible extirpar las viejas cicatrices emocionales, la persona en sí cambiaba aun sin el auxilio de la cirugía plástica. Una vez que hube comenzado a explorar en este terreno, encontré más y más fenómenos que confirmaban el hecho de que la autoimagen –el concepto mental y espiritual que de sí mismo se forja el individuo- constituía la verdadera clave de la personalidad y de la conducta. Ampliaremos este tema en el capítulo primero de la presente obra.


LA VERDAD ESTA DONDE SE LE ENCUENTRA

Siempre he creído en ir a donde fuere necesario para llegar ante la verdad, incluso si para ello tenemos que cruzar fronteras internacionales. Cuando hace años decidí hacerme cirujano plástico, los médicos alemanes adelantaban con mucho a los demás países en este terreno, así que emprendí el camino hacia Alemania.
En mi búsqueda de la “autoimagen”, también yo tuve que cruzar fronteras, aunque éstas hayan sido invisibles. A pesar de que la ciencia psicológica reconoce la autoimagen y su papel de clave en la conducta humana, la respuesta que dan los psicólogos a las preguntas de cómo ejerce influencia la autoimagen, cómo crea una pesonalidad nueva, y qué acontece dentro del sistema nervioso humano cuando cambia la autoimagen, es sumamente vaga.
La mayoría de mis respuestas las encontré en la nueva ciencia llamada cibernética, que restaura la teleología como un concepto respetable de la ciencia. Resulta algo extraño que la nueva ciencia de la cibernética se haya desarrollado a partir del trabajo físicos y matemáticos, más bien que de la obra de psicólogos, sobre todo cuando se comprende que la cibernético posee estrecho parentesco con la teleología –la conducta de los sistemas mecánicas orientada hacia la consecución de determinados fines. La cibernética explica “qué sucede” y “qué se necesita” en el comportamiento intencionado de las máquinas. La psicología, pese a todos sus conocimientos sobre la psique humana, no poseía respuesta satisfactoria para explicar una situación internacional tan sencilla como es la de que una persona tome un cigarrillo de la mesa y lo coloquen en sus labios. Pero un físico sí tenía una explicación. Los partidarios de muchas teorías psicológicas podrían compararse a esos hombres que especulan sobre lo que hay en el espacio exterior y en otros planetas, pero que ignoran lo que acontece en sus propios casas.
La nueva ciencia de la cibernética produjo un cambio profundo en el ámbito de la psicología. Yo no reclamo mérito alguno en la producción de tal avance, fuera del de haber reconocido su importancia.
El hecho de que esta nueva brecha hace surgido del esfuerzo de físicos y matemáticos no debe sorprendernos. Toda nueva brecha que se abre en la ciencia suele proceder de un campo ajeno a tal sistema. Los “expertos” son los más profundamente familiarizados con los conocimientos circunscritos a las fronteras de ciencia determinada. Cualquier conocimiento nueva tendrá generalmente que proceder del exterior –no de los “expertos”, sino más bien de aquellos a quienes se suele llamar “inexpertos”.
Pasteur no era médico, ni los hermanos Wright eran ingenieros aeronáuticos, sino mecánicos de bicicletas. Einstein no era propiamente un físico, sino un matemático; no obstante, sus descubrimientos en el campo de las matemáticas revolucionaron totalmente las más prestigiosas teorías de la física. Tampoco Madame Curie era médico, sino física, y sin embargo prestó importantes contribuciones a la ciencia médica.

Como emplear estos nuevos conocimientos


En este libro he tratado no sólo de informar sobre este nuevo conocimiento procedente del campo de la cibernética, sino también de demostrar a mis lectores la forma en que pueden emplearlo en sus propias vidas para lograr metas más importantes.


PRINCIPIOS GENERALES

La autoimagen es la clave de la personalidad y de la conducta humana. Quien cambie la autoimagen transformará también la personalidad y la conducta.
Pero hay más aún. La autoimagen determina y fija las fronteras de la consecución individual; define al individuo lo que éste puede y lo que no puede hacer. Amplíese la autoimagen y se ampliará la “zona de lo posible”. La formación de una autoimagen realista y adecuada le hará posible al individuo imbuirse nuevas capacidades, nuevos talentos y, literalmente, convertir el fracaso en éxito.
La psicología de la autoimagen no sólo ha sido comprobada por sus méritos propios, sino que también explica muchos fenómenos que, aunque conocidos desde hace mucho tiempo, no se comprendieron con la debida propiedad en el pasado. Por ejemplo, hoy existe evidencia clínica irrefutable en los campos de la psicología industrial, de que hay “personalidades de tipo extremadamente feliz” y “personalidades de tipo extremadamente desgraciado”, “personalidades del tipo triunfador”, “personalidades del tipo fracaso”, “personalidades que tienden a la salud” y “personalidades del tipo enfermizo”. La psicología de la autoimagen arroja nueva luz sobre todos estos tipos de la personalidad y sobre muchos de otros hechos vitales. Arroja nueva luz sobre el poder del “pensamiento positivo” y –lo que es aún mis importante- explica por qué éste logra resultados en algunos individuos y no en otros. (El “pensamiento positivo” funciona únicamente cuando corresponde a la autoimagen del individuo; no puede funcionar cuando no está en relación con la autoimagen hasta que ésta haya experimentado un cambio total).
Con el objeto de comprender la psicología de la autoimagen y emplearla en nuestra propia vida, es necesario saber algo sobre el mecanismo con que ésta funciona para lograr sus metas. Existe abundante evidencia científica que demuestra que el cerebro y el sistema nervioso humanos funcionan con determinado propósito de acuerdo con los conocidos principios del individuo. En lo que a función concierne, el cerebro y el sistema nervioso constituyen un maravilloso y complejo mecanismo de lucha en pos de determinadas metas, una especia de sistema de conducción automática que funciona para beneficio del individuo como “mecanismo de éxito”, o en su contra como “mecanismo de fracaso”, según su operario –la persona- lo haga funcionar, y según las metas que éste le señale.
También resulta bastante irónico que la cibernética, que se inició como un estudio de las máquinas y de los principios mecánicos, haya hecho tanto para restaurar la dignidad del hombre como ser individual y creador. La psicología, que comenzó con el estudio de la psique (o alma) del hombre, casi ha terminado por negarle su alma al “hombre”. El behaviorista, que no comprendía ni al “hombre ni a su máquina, y por lo tanto confundía al uno con la otra, nos dijo que el pensamiento no es más que el movimiento de electrones, y que la conciencia es tan sólo una reacción química. Para él, “voluntad” y “propósito” eran mitos. La cibernética, que comenzó con el estudio de las máquinas físicas, no comete tal error. La ciencia de la cibernética no nos dice que el hombre sea una máquina, sino que el hombre tiene y utiliza una máquina. Además nos explica cómo funciona dicha máquina, y como puede utilizarse.


EL SECRETO ESTA EN LA EXPERIMENTACIÓN

La autoimagen se transforma, ya sea para bien o para mal, no sólo por la acción del intelecto, ni por el conocimiento intelectual por sí solos, sino por la “experimentación”. Conscientemente o no, el individuo va formándose su autoimagen a partir de la experiencia creadora que ha vivido en el pasado. En su poder está cambiarla por el mismo método.
No es un niño a quien se le ha enseñado mucho sobre el amor, sino aquél que lo ha experimentado, el que habrá de convertirse en un adulto sano, feliz y bien adaptado. Nuestro actual estado de autoconfianza y equilibrio es el resultado de lo que hemos “experimentado” y no de lo que hemos aprendido intelectualmente.
Además, la psicología de la autoimagen salva los abismos y resuelve los aparentes conflictos entre los diversos métodos terapéuticos que en la actualidad se emplean. Proporciona un denominador común para el consejo directo e indirecto, la psicología clínica, el psicoalnálisis, e incluso la autosugestión. Todos ellos, de una manera u otra, emplean la experiencia creadora para cultivar una autoimagen mejor. Sean cuales fueren las teorías, eso es lo que realmente acontece, por ejemplo, en la “situación terapéutica” empleada por la escuela psicoanalítica: el analista jamás critica, desaprueba o moraliza, ni en ningún momento se escandaliza cuando el paciente vierte ante él sus temores, sus vergüenzas, sus sentimientos de culpa y sus “malos pensamientos”. Tal vez por primera ocasión en su vida, el enfermo experimenta ser aceptado como ser humano; “siente que su ser posee cierto valor y dignidad, y comienza a aceptarse a sí mismo y a concebirse de una manera totalmente distinta.


LA CIENCIA DESCUBRE LA EXPERIENCIA “SINTETICA”

Otro descubrimiento –esta vez en los dormitorios de la psicología clínica- nos capacita para aprovechar la “experimentación” como método directo y controlado para alterar la autoimagen. La experiencia de la vida real puede ser un rudo e implacable maestro. Arrójese a un hombre al mar y quizá la experiencia lo enseñe a nadar; pero tal vez esa misma experiencia haga que otro hombre se ahogue. El ejército suele “hacer hombres” de muchos jóvenes, pero no hay duda de que la experiencia militar convierte a muchos otros en psiconeuróticos. Desde hace siglos se reconoce que “nada triunfa tanto como el éxito”. Aprendemos a actuar con éxito experimentado el triunfo. Los recuerdos de nuestros pasados éxitos actúan como “archivos de información” que nos proporciona la autoconfianza necesaria para la tarea que emprendemos en el presente. Pero ¿cómo podría una persona que sólo ha experimentado fracasos recurrir a recuerdos de pasados éxitos? Su situación puede compararse a la del joven que no puede obtener un empleo por carecer de experiencia, y que no puede adquirir experiencia porque no logra conseguir trabajo.
Este dilema se resolvió gracias a otro importante descubrimiento que, para todo propósito práctico, nos permite sintetizar la “experiencia”, crearla y controlarla en el laboratorio de nuestra mente. Los psicólogos clínicos y experimentales han demostrado por encima de toda duda que el sistema nervioso humano no es capaz de distinguir diferencia alguna entre una experiencia real y otra que ha sido imaginada intensamente en todos sus detalles.  Aún cuando esta afirmación pudiera parecer un tanto extravagante, en este libro revisaremos algunos experimentos controlados de laboratorio en los cuales tal tipo de experiencia “sintética” se ha empleado de manera sumamente práctica para mejorar la habilidad en el lanzamiento de dardos y en los tiros de básquetbol. La veremos actuar en la vida de personas que la han utilizado para mejorar sus capacidades en la oratoria, para vencer el miedo al dentista, para afirmar su autoconfianza, para vender más mercancía, para mejorar sus tácticas en el ajedrez, y prácticamente para cualquier tipo de situación imaginable en que la “experiencia” conduzca al éxito. Echaremos un vistazo a un sorprendente experimento en el cual dos prominentes médicos organizaron las cosas de tal manera que los neuróticos pudieran experimentar “normalmente”, con lo cual quedaron curados.
Quizá lo más importante es que veremos cómo muchas personas crónicamente desdichadas han aprendido a disfrutar de la vida “experimentando” la felicidad.


EL SECRETO DEL EMPLEO DE ESTE LIBRO PARA TRANSFORMAR LA VIDA.

Este libro ha sido proyectado no solamente para ser leído sino para ser experimentado.
Se puede adquirir conocimientos leyendo un libro. Pero para “experimentar” es preciso reaccionar en forma creadora ante los conocimientos. La mera adquisición de conocimientos es un proceso pasivo; la experimentación es activa. Cuando un individuo “experimenta”, algo sucede dentro de su sistema nervioso y de su mesencéfalo. Se registran nuevas “engramas y nuevas pautas neurales en la materia gris del cerebro.
La presente obra ha sido proyectada para obligar al lector, literalmente, a “experimentar”. Los casos clínicos prefabricados a la medida se han reducido intencionalmente al mínimo. En su lugar, se pide al lector que aporte sus propios “casos clínicos” ejerciendo para ello la imaginación y la memoria.
Tampoco presento resúmenes al final de cada capítulo. En vez de ello, propongo que sea el mismo lector quien apunte los conceptos que le parezcan más importantes y que considere más dignos de recordar. Digerirá mejor los conocimientos del presente libro efectuando por su cuenta el análisis y resumen de cada capítulo.
Por último, el lector encontrará a lo largo de toda la obra diversas tareas a realizar y algunos ejercicios prácticos. Dichas prácticas son sencillas y fáciles de resolver, pero es imprescindible elaborarlos con regularidad para derivar de ellos al máximo beneficio.


TODO JUICIO DEBE RESERVARSE HASTA DESPUÉS DE TRANSCURRIDOS VEINTIUN DIAS

Aconsejo a los lectores no desalentarse si no parece percibirse cambio alguno al desempeñar las diversas técnicas bosquejadas en esta obra par transformar la autoimagen. En lugar de ello, es necesario aplazar todo juicio y continuar los ejercicios durante un mínimo de veintiún días.
Por lo general se necesita un mínimo de veintiún días para que se efectúe cualquier cambio perceptible en el cuadro mental. Tras la cirugía plástica, el enfermo tarda alrededor de veintiún días para acostumbrarse a su nuevo rostro. Cuando se amputa un brazo o una pierna, la “extremidad fantasma” suele persistir durante unos veintiún días. Se necesita que los moradores de una nueva casa vivan en ella unas tres semanas antes de que ésta comience a parecerles “su hogar”. Estos y muchos otros fenómenos comúnmente observados tienden a demostrarnos que se requiere un lapso mínimo de veintiún días para que una vieja imagen mental se desvanezca y cristalice una nueva.
Por lo tanto, este libro brindará mayores beneficios si el lector consiente aplazar durante tres semanas por lo menos todo juicio crítico. A lo largo de dicho lapso, es aconsejable no preocuparse por tratar de medir los progresos logrados, ni argüir intelectualmente con las ideas propuestas, ni debatir consigo mismo sobre la posibilidad de que éstas logren o no buenos resultados. Desempéñese los ejercicios, aun cuando al lector le parezcan imprácticos. Importa persistir en el desempeño del nuevo papel, en considerarse a sí mismo en una nueva luz, aunque al hacerlo parezca un tanto hipócrita, y aunque la nueva autoimagen se sienta algo incómoda o “poco natural”.
Nadie puede comprobar o desaprobar mediante razonamientos intelectuales las ideas y conceptos expuestos en esta obra, ni por el simple acto de discutir sobre ellos. Sólo podrán comprobarse llevándolos a la práctica y juzgando personalmente los resultados obtenidos. Sólo pido a mis lectores aplazar todo juicio crítico y todo razonamiento analítico durante veintiún días, a fin de darse a sí mismos una oportunidad justa para comprobar o negar la validez de dichos conceptos en sus propias vidas.
La formación de una autoimagen adecuada es un proceso que debe continuarse durante toda la vida. Cierto, es imposible lograr en tres semanas el desarrollo de toda una vida humana; pero si es posible experimentar en tres semanas el mejoramiento obtenido –y a veces el mejoramiento es por demás dramático.



¿QUE ES EL ÉXITO?

Puesto que a lo largo de esta obra empleo las palabras “éxito” y “triunfo”, creo importante definir ambos términos.
En la forma en que los uso, el vocablo “éxito” no tiene nada que ver con la obtención de los símbolos de prestigio, sino con la consecución creadora. Propiamente hablando, ningún hombre debería tratar de ser “un éxito”, pero todo ser humano puede y debe hacer lo posible por “triunfar”, por “tener éxito”. El intento por llegar a ser “un éxito” medido en función al logra de símbolos tradicionales de prestigio y des derecho a portar determinados distintivos conduce a la neurosis, la frustración y la desdicha. La lucha por triunfar, por conquistar el éxito, no sólo lleva al éxito material, sin también a la satisfacción y a la felicidad.
Noah Webster define éxito como “la consecución satisfactoria de una meta propuesta”. La lucha creadora hacia la obtención de una meta que es importante para la persona como resultado de sus más profundas necesidades, aspiraciones y talentos (y no por los símbolos que espera desplegar ante los demás), produce felicidad y éxito, pues en ella el hombre actúa de acuerdo con su propia naturaleza. El hombre es por naturaleza un ser que lucha en pos de múltiples metas. Y debido a que “así fue construido”, no será feliz a menos que funcione de acuerdo con el carácter con que fue creado: como un conquistador de metas. De ahí que el verdadero éxito y la felicidad verdadera no sólo son inseparables, sino que se engrandecen mutuamente.

No hay comentarios: